Yo, José

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Yo, José: soy todo en Tucumán

Es una figura omnipresente hasta en el último recoveco de la provincia y todo está bajo su vista y su control. Alperovich es el gobernador. Alperovich es el dueño del Parlamento. Alperovich es el intendente de esta capital y de las 19 municipalidades de la provincia. Alperovich es el presidente de los 19 concejos deliberantes del interior y delegado en las 93 comunas rurales.

Alperovich impuso a dedo a los 45 legisladores entre oficialistas y acoplados y los manda a la distancia y con silbato. Nada se hace o se deje de hacer en Tucumán sin su expreso consentimiento. Alperovich se encargará -sólo él- de designar a dedo a los jueces, al permitírsele, por ley, desconocer el orden de méritos elevado por el Consejo Asesor de la Magistratura; si no se respeta el dictamen del CAM, armado a su gusto y paladar, pierde sentido su existencia, para convertirse en una ficción. En el Jurado de Enjuiciamiento la suerte de los togados dependerá de su pulgar. Alperovich nombró a los senadores y diputados al Parlamento Nacional, mediante la dedocracia.
Alperovich es el titular del PJ, aunque ahí esté sentada su mujer como una figura decorativa, y también del congreso partidario, en el que se acatan ciegamente sus decisiones antes de sesionar. Alperovich metió mano en la coronación del rector de la Universidad Nacional de Tucumán, con injerencia directa en su manejo, a punto tal que el Canal 10, de propiedad de la UNT, lo controla como propio para su propaganda personal, sin que el Consejo Universitario hasta ahora haya reaccionado, y se juega por la permanencia del actual jefe de la UNT en el cargo, para no peder ese medio de comunicación en el proceso electoral en el que apostará a sucederse a sí mismo. Días atrás, se reunió con el gobernador, en su casa, prometiendo su respaldo a Cerisola en el proceso eleccionario en la UNT. En la entidad que reúne a los empresarios tucumanos impuso a su favorito. No hay lugar en que no haya dejado su impronta. Alperovich fiscaliza hasta el vuelo de los pájaros. Es la expresión más descarnada del absolutismo traspolado al húmedo Subtrópico en el Siglo XXI.
Sólo le resta calzarse la mitra del arzobispo de Tucumán, Luis Villalba, previo paso por el diaconato, o presidir el Gran Sanedrín.
Aunque la comparación le quede muy holgada para su figura de caudillo de pago chico, con las distancias oceánicas entre uno y otro, podría parafrasear al rey Luis XIV, de Francia, autoalabándose: “Yo, José, soy todo en Tucumán”. En la provincia, desde la asunción de Alperovich, la democracia formal quedó sepultada y terminó, por metamorfosis, en un sistema absolutista y centrípeto -una monarquía en edición criolla, en verdad- en el que nadie puede osar disentir, so pena de represalias. Por miedo a perder la pitanza oficial, ningún ministro del gabinete y menos los legisladores abren la boca.
Acaso sin haber leído a Niccoló Maquiavelo (1469-1527), aplica aquel precepto inoxidable de que a los hombres se domina por el temor o el por terror. Esa minusvalía ciudadana, expresada en el silencio y en el consentimiento, se extiende en casi toda la población, que, callada, vota por él ante el riesgo de quedar sin las canonjías circunstanciales, que comprende los planes sociales para esa franja de sectores paupérrimos, hasta los empresarios que justifican por los diarios la desaparición de la licitación publica, mientras resultan beneficiados con adjudicaciones directas negociadas en las sombras con funcionarios que terminan enriquecidos por la vía rápida. En Tucumán, todo vale.
Ahora va, con paso firme y redoblado, por la presidencia de la Corte Suprema de Justicia, a través de su alter ego. Que nadie se equivoque. Si en la poltrona mayor llegara a sentarse Antonio Estofán -un comisario político metido ex profeso en sus entrañas que le responde incondicionalmente-, Alperovich será la voz mandante en el Supremo Tribunal y jugará su influencia sobre los cortesanos adictos en decisiones clave, como en el fallo ¡nada menos! de su propia objetada re-re-re reelección o en la composición de la Junta Electoral y demás cuestionamientos contra la reforma constitucional de 2006, aún sin sentencia firme. Un hipotético ejercicio de prospectiva: si en la instancia inferior cualquiera de las salas del fuero Contencioso Administrativo, obturara su tercer mandato consecutivo, la decisión final -obvio- quedará en la alzada en manos de la Corte, donde por un hábil movimiento de prestidigitación, forzando el rigor del derecho, podría autorizarse la segunda reelección.
La titularidad de la Corte es de vital importancia en la ya desatada campaña por la mutación del poder, con desembocadura el próximo 29 de octubre. Encabeza, en paralelo, la Junta Electoral y el CAM. La primera tiene bajo su control el proceso eleccionario en todo su desarrollo, desde la inscripción de partidos y alianzas hasta el escrutinio final, pasando por las impugnaciones de candidatos y la apertura de mesas de dudosos resultados.
Pudiera ocurrir que el órgano de control lo conformen Estofán -si consigue su objetivo-, junto con el vicegobernador Sergio Mansilla y el fiscal de Estado, Pedro Giúdice. ¿Qué garantías de imparcialidad podrían tener los partidos políticos y sus conductores que participen en el recambio de gobierno, de una Junta Electoral en la que sus tres miembros -directa o lateralmente- son sumisos a Alperovich, por amistad o relación de dependencia?
Así los jueces, con el aval final de la Corte, restituyeran su formato originario a la Junta Electoral, con predominio judicial, el hecho de que pudiera presidirla el amigo del césar es motivo de sospecha y de parcialidad. Razones éticas y de decoro son ingredientes suficientes para su propia inhibición como aspirante a la titularidad de la Corte. Desde luego, eso no ocurrirá. Cuenta su candidatura con el aliento desembozado de Alperovich. Toda la operación en la Justicia, desde la desactivación del CAM de Ortega-Falú, hasta el vaciamiento de una treintena de despachos, fue una movida fríamente premeditada y calculada.
Como se ve, la concentración y la suma total del poder en la persona única de Alperovich, no es una ficción, sino una posibilidad cierta, al alcance de la mano con una profunda distorsión en el sistema republicano de gobierno como consecuencia inmediata. De ahí la importancia sustantiva del voto que emita cada miembro de la Corte, cuando se releve la cúpula de la Justicia, el 12 de octubre. Entonces, se sabrá si la Corte decidió tomar distancia del poder o quedar condicionada de toda influencia del mandatario de turno.
La recontra reelección de Alperovich se resolverá cuando él presente su candidatura -y no antes como es su anhelo in pectore-, y será, va de suyo, a la hora de la convocatoria a elecciones, que deberá hacerse 60 días antes de la asunción de quien resultare gobernador. Su segunda reelección ya está cuestionada judicialmente y florecerán otras con toda seguridad. Esos planteos terminarán en el fuero Contencioso Administrativo. La Cámara deberá resolver el entuerto con premura y, cualquiera fuera la sentencia, será apelada por una u otra parte ante la Corte, en cuyo sillón principal ya podría estar sentado el adelantado del mandamás.
Si Alperovich supone que su permanencia en el cargo depende sólo de la decisión de la Corte, se equivoca. Hasta la llegada de los comicios hay dos años largos de distancia. La evolución de la administración puede derivar en turbulencias inesperadas, como ya está ocurriendo con el servicio de salud por la demanda de los médicos y demás personal que reclaman mejoras salariales. La situación empeora día a día y crece la protesta en las calles, con amenaza de extenderse a otras áreas del sector público, no obstante el anuncio oficial de que se descontarán haberes a los retobados. Alperovich se resiste a abrir la mano, porque sabe que por detrás se descolgarán otros gremios exigiendo la actualización de sus sueldos, rebanados por una inflación imparable, a pesar de las falacias del Indec.
Comenzó el descascaramiento lento y sin pausa de la gestión alperovichista. A dúo, ella y él reconocen públicamente y sin rodeos las dificultades financieras que se dibujan en el horizonte inmediato. La hora tan temida está llegando. Se acabó la lluvia de maravedíes de otrora. El goteo de platita desde la Casa Rosada mengua mes a mes, lo que obligará a Alperovich a ajustarse el cinturón y eliminar gastos por 100 millones de pesos de un solo tijeretazo, con fuerte repercusión en municipios y comunas rurales del interior, donde, justamente está su baluarte electoral.
Con los sueldos al día Alperovich llegará hasta fin de año. Y después, ¿qué? Lo que aterra al zar y a la zarina es el atraso de pago de haberes a los estatales, porque saben bien que es el comienzo de un final conocido. La afirmación que soltó la electa senadora Betty Rojkés en el reciente acto del PJ, son de un dramatismo que da pena y levanta compasión. “El primer día que no podamos pagar los sueldos -se quejó con voz dolida y el rostro desencajado-, nadie se va acordar de las bondades de este gobierno”. Sus palabras sonaron como un adiós a plazo fijo.
Kirchner, como un jugador compulsivo, en la paranoia por salvarse, sube las apuestas cada vez más. El patagón, decidido a convertir la derrota electoral en una victoria política, avanza, ciego, tratando de conseguir de la mayoría circunstancial del Congreso lo que más pueda. Ahí está, como ejemplo, la nueva ley de radiodifusión -una versión patagónica del chavismo-, por la cual pretende amordazar a la prensa y condicionar la libertad de expresión, dos pilares sin los cuales la democracia es un simulacro. ¿No advierte que su debilidad será mucho mayor a partir del 10 de diciembre? Desde entonces se podrá dar vuelta todas las leyes aprobadas de apuro y con el pie en el estribo, aunque a la Presidente le queda el derecho al veto. Se avecinan tiempos agitados y de crispación para la República por la tozudez de los Kirchner de creer que ellos fueron los ganadores el 28 de junio y no admitir cambios que lleva implícitos el pronunciamiento de las urnas.
El gobierno central está atenazado por la crisis interna, por el freno de la economía y la caída de la recaudación, y el nuevo Parlamento nacional en el que la oposición cobrará un papel protagónico que no tuvo hasta ahora. Alperovich puede correr la suerte que hoy padece Scioli en la provincia de Buenos Aires. El sumiso partenaire de Kirchner tiene serias dificultades para pagar sueldos y estira la mano a los Kirchner mendigando ayuda. Los mismos efectos ya siente en sus ijares el mandamás local. Estuvo presto en instruir a diputados y senadores para votar contra las retenciones al agro y los superpoderes, pero no defendió el derecho inalienable de la provincia a una ley de coparticipación justa y razonable. ¿Tucumán es una ínsula? No. El humor de la sociedad puede cambiar de raíz y reflejarse en el voto.
El destino político de Alperovich está atado a Kirchner como la sombra al hombre. Está convencido hasta el tuétano que únicamente él puede sucederse a sí mismo cuando llegue el recambio del poder en octubre de 2011. No confía en nadie. Ni en su mujer. El o el diluvio. Muchos miran con cariño la silla que ocupa, pero no está dispuesto a cederla fácilmente.

fuente: WWW.ELPERIODICO.COM.AR

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